En la entrega pasada decíamos que el Sujeto en este tiempo necesita crear una ficción cuya letra tenga la ilusión del discurso actual: sin fronteras, ni tiempo, ni espacio: 24/7; sin límites. …Ilusión de cuyas consecuencias el sujeto no puede escapar aunque a su vez de las cuales nada quiere saber. Hablábamos de una ilusión de cuyas consecuencias no podemos escapar aunque no querramos saber nada de ello. Podríamos hablar un poquito más de esta ilusión: la de que todo es accesible/posible y depende de la propia voluntad o mérito, lo que como toda ilusión, implica una cuota importante de omnipotencia. Si bien las ilusiones siempre son necesarias para vivir, progresar y alcanzar distintos tipos de metas, la ilusión colectiva actual, que curiosamente no es individual sino una contundente marca de época, tiene, como decíamos, consecuencias. Al invitar al sujeto a una posición de omnipotencia, lo arroja rápidamente a su opuesto: la impotencia. Una impotencia solitaria, porque al estar acentuado exclusivamente el mérito propio, como si uno solo pudiera, el fracaso en los logros nos hace pensar exclusivamente en la propia responsabilidad / culpa / falta / impotencia/ inutilidad / fracaso, etc (podríamos seguir enunciando afectos que las personas describen cuando solicitan una consulta). Si bien para nosotros la responsabilidad subjetiva es ineludible y trabajamos siempre en pos de ella, no podemos caer en la falacia de pensar a una persona fuera de época / fuera de sociedad / fuera de la lengua y cultura que lo subjetiva / fuera de las condiciones y políticas socioeconómicas que genera y en las que se genera/ fuera de historia/ fuera de relaciones interpersonales/ fuera de sus intituciones… Una de las cuestiones llamativas de esta época es el crecimiento en la demanda de tratamientos en salud mental. Si dicha demanda es alta, y siempre se trata de abordajes individuales, justamente no debiéramos pensar los problemas que ponen en juego un alto porcentaje de la población como problemáticas o demandas individuales sino que debieran ser entendidos y analizados como un problema de salud pública, ya que los problemas de salud mental de una población, como cualquier otro problema sanitario implican un problema respecto del cual la sociedad, sus instituciones, representantes y autoridades debieran pensar en sus causas, consecuencias y tratamientos posibles. Cuando hablamos de tratamientos no nos referimos sólo a que haya profesionales dedicados a la atención individual, sino a pensar dispositivos colectivos de abordaje de las causas del padecimiento de la gente.
Esta nota fue publicada originalmente en la Revista Floresta y su Mundo edición 400 (Agosto 2024) ©
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Septiembre 2023: La Salud como un derecho
Agosto 2023: Familia y Salud Mental
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