Entrevistamos al querido maestro, artista plástico y vecino del barrio de Floresta
El taller del Maestro Antonio Pujía tiene, en cada en cada centímetro marcas con su impronta. Esa casa chorizo en el corazón del barrio de Floresta late, y si entrás por esa puerta de hierro no volverás a ser el mismo. Las imágenes te atrapan y te llevan a un estado de ensueño, donde el mundo interno del artista está descarnadamente expuesto en su vasta obra, que refleja los momentos y los estados por los que ha atravesado su intensa vida. Del amor al grito de dolor, la opresión, el sufrimiento de la humanidad, la violencia política, el hambre, la censura. La familia, la mujer, los maestros.
Su militancia humanista es absolutamente artística. Pujía maneja los lenguajes del metal o la madera con tal maestría que la simple observación te desarma las corazas internas y las cuerdas internas vibran en una conexión que va directo de la imagen observada al corazón y el alma. Como un juego sensorial, en mi tristeza puedo imaginar la suya mientras ha tallado o moldeado esos niños hambrientos.
Recorrer las habitaciones o el patio de su casa devuelve humanidad. Navegamos del amor a la miseria… naufragamos, renacemos, gritamos, acariciamos.
Los relatos sobre su vida son apasionantes. Es la historia del arte en nuestro país y tanto su trayectoria como la de sus maestros demuestran la riqueza que aporta la diversidad en la mezcla migratoria.
Fuimos a visitarlo en patota. El contingente de Floresta y su Mundo estuvo integrado por Jorge Lifschitz, el arquitecto Gabriel De Bella, Marcelo Vallejos y la ceramista Eva Lifschitz que está forjando su camino como artista plástica.
Antonio es todo lo amable y humilde que se puedan imaginar y podríamos pasar tardes enteras de charla, que siempre es interesante. Por eso decidimos que este sea un reportaje abierto, que empieza aquí y sin importar la hilación tendrá otras partes, no sabemos cuántas, las que él nos deje.
Antes de empezar formalmente la charla nos mostró especialmente un trabajo, La Cárcel del alma, formado por cinco partes encastrables que se pueden acomodar de distinta forma, en los que “la metáfora cambia con el movimiento” y la inocencia puede terminar como un casco guerrero. Así todo puede cambiar. Las artes pueden ser del tiempo o del espacio pero muchas de sus obras invaden terrenos ajenos sin pudor y todos los recursos valen para contar. Vemos piezas testimoniales en contra de los horrores de la dictadura, niños hambrientos…
Para ser formales compartimos la charla desde el principio:
Floresta y su Mundo: ¿Cuando decidieron emigrar desde Italia?
1937 fue la fecha que llegamos de Italia, en ese tiempo ya estaba instalada la dictadura fascista en Italia y hacía componendas con el nazismo en Alemania, estaba Franco en España y en Yugoslavia también surgido un movimiento similar. Ese clima político hizo que tanto el proletariado como la clase media, padeciéramos consecuencias bastante graves.
Fysm: ¿Que oficios tenían tu mamá y tu papá?
Mi mamá era costurera (no modista), ahí la tengo, en un homenaje. Mi papá trabajaba con mi abuelo Antonio como molinero en un molino que machinaba para los pueblos chicos de alrededor. En la Argentina había trabajo y estaba creciendo.
Fysm: ¿Tu familia tenía militancia política?
No, y yo heredé eso. No es que me desinterese, lo vemos acá, pero no milito. También fui criado en la doctrina cristiana pero no soy católico. A los 16 años vi cosas de otra manera y dije ¡No! Porque cuando vi que la espada con la cruz no me gustó. El cura se enojó y me gritó ¡Comunista!
Mi papá pidió un préstamo a un vecino con la “parola de honore” para el viaje en tercera. Venían buques llenos al país y a la vuelta para hacer lastre, llevaban adoquines. El vino en el año ´27, dos años antes que mi mamá, mi hermana y yo. Una vez llegado juntó un dinerito como peón de albañil, limpia letrinas y lava platos, hasta que encontró un trabajo estable, con sueldo, en la fábrica de agua gaseosa “La Argentina”, todavía está… la “Cunington”. Vivía en la misma fábrica y prácticamente no gastaba para conseguir unos pesitos, mandarnos y saldar la cuenta con don Lorenzo. Luego compró los pasajes y pudimos venir… ¡Cómo se las arregló mi lindo viejo! Compró todo usado… la radio, las camitas, un ropero, como para instalarnos. Así que en mayo el ´37 llegamos a la Argentina en el buque Oceanía.
Yo no tenía muchos recuerdos de mi papá porque se fue cuando era muy chico. Sólo lo recordaba a través de fotos. Apenas pisé tierra argentina, me quedó grabado para siempre el abrazo de mi papá. Recién lo veía como grande.
Primero nos instalamos en casa de un paisano, porque había una solidaridad increíble. Una de las cosas más lindas de mi niñez es haber vivido y formado parte de la solidaridad. Eran como ghettos que se armaban. En Almagro había uno muy grande y Caballito. Mi papá trabajaba en la calle Campichuelo, casi enfrente de Parque Centenario.
Al poco tiempo, compra por remate en cuotas un terreno en Versailles, en Pasaje Ferrocarril, paralela a Arregui, la primera yendo hacia Villa Luro. Teníamos cerca la estación del trencito, la “trochita” de Versailles que iba a Villa Luro. Rápidamente se hizo la colonia de paisanos y los domingos eran como una cita de honor y concurríamos todo el grupo a la casa fulano que le faltaba por ejemplo la parte eléctrica. Había paisanos que trabajan en la construcción, albañiles, plomeros y se iban ayudando entre todos. Mi segunda infancia la hice en argentina.
Fysm: ¿Cómo fue tu gran contacto con el arte?
Ya estaba ingresado en la Escuela Nacional de Bellas Artes. A los 12 años, entré a estudiar mediante el consejo del maestro 6º grado. Ya dibujaba y hacia cosa desde primer grado en Italia, en donde nos enseñaban caligrafía y dibujo, estaban los gérmenes ahí. La maestra Teresa me dio un empujón increíble, me iluminó el camino y la sigo adorando. Cuando terminé el 6to grado, en Versailles, mi maestro que había visto como me estaba destacando con mis dibujos me dijo: -querido, vos el año viene das el ingreso en Bellas Artes…
Fysm: ¿Cómo fue tu gran contacto con el arte?
Ya estaba ingresado en la Escuela Nacional de Bellas Artes. A los 12 años, entré a estudiar mediante el consejo del maestro 6º grado. Ya dibujaba y hacia cosa desde primer grado en Italia, en donde nos enseñaban caligrafía y dibujo, estaban los gérmenes ahí. La maestra Teresa me dio un empujón increíble, me iluminó el camino y la sigo adorando. Cuando terminé el 6to grado, en Versailles, mi maestro que había visto como me estaba destacando con mis dibujos me dijo: -querido, vos el año viene das el ingreso en Bellas Artes…
Fysm: ¿Tuviste alguna referencia familiar?
Estando en mi pueblo, Poliga, un primo de mi mamá vino a casa y dibujó un perfil de mujer –yo tendría 5 o 6 años, no más porque todavía hacía monigotes- pero el perfil en esa edad es muy difícil por la dificultad que tiene, la boca, el mentón, el cuello… eso me fascinó y entonces empecé a imitarlo en los papeles que encontraba o con carbón en las paredes del pueblo… obstinadamente queriendo hacer perfiles.
Fysm: Cómo fue tu experiencia en Bellas Artes?
Ya ingresado en Bellas Artes como me aconsejó mi buen maestro, que me costó eh, porque mi viejo no quería saber nada, quería que sea contador o empleado en la escuela donde él trabajaba y entonces me pintaba la cosa “los empleados van de traje, zapatos, sombrero, nosotros vamos con el overol, tenemos alpargatas y el sombrero nos lo ponemos el domingo solamente…”. Yo nunca podría usar corbata. Además para las matemáticas soy y seré un burro, no la entiendo no se hacer ya cuentas, menos mal que tengo una mujer y un hijo que se encargan de los números.
En el segundo año de la escuela preparatoria Manuel Belgrano, tenía ya 14 años, nos hacían conocer el dibujo, el grabado, el modelado, la decoración… todo el espectro, donde recién en el segundo ciclo elegías…
Eva: Vos trabajás con muchísimos materiales…
Sí. Vino el maestro Leone y nos dijo: -Vamos a aprender cómo se hacen estas estatuas, porque primero hay que modelarlas con arcilla… que no supe que era, pero apenas tomé un poco de arcilla y la olí, me remitió a mi tiernísima niñez, en que los chicos hacíamos nuestros propios juguetes con arcilla y sabíamos dónde había una veta para conseguirla cerca del pueblo. Íbamos en bandadas de 4, 6 chicos a buscarla.
Cuando se ponía durita ¿sabés como la ablandábamos? Poníamos un poco de agua en la boca y hacíamos prfff, el esprutzo, como un rociador… Hacíamos casitas, lo que veíamos, no había autos ni luz eléctrica. En Navidad el pesebre, el cristo muerto que nos impresionaba o recién nacido… la vaca, para esas figuritas ya me nombraban a mí.
Eva: Pero erás muy chiquito
5 o 6 años… La arcilla del segundo año del maestro Leone tenía el mismo olor que la que había conocido haciendo los juguetes. Nos enseñó y había ahí unos ornatos de yeso y el maestro dice “si quieren copien o inventen algo”. Me decidí por inventar algo y viene el maestro, me palmotea y pregunta -¿Alguna vez modelaste algo? -Cuando era muy chiquito… y le conté y me dijo: – ¡Ah, bravo bravo!. Entre placer que sentí al dar forma a esa arcilla, de una manera ya más sabia y el elogio del maestro… me dije: ¡Esto es para mí!. A los 14 años me decidí, eso fue a mediados del ´44 y hasta este momento no pare para nada. No tuve paréntesis, lo que es la cosa genética, es todo muy instintivo…
Jorge: Hay algo de la naturaleza de la pasión que yo no sé de dónde viene eso. La pasión es como una varita mágica que te toca ahí, uno encuentra donde ponerlo, cómo vos y ocurre…
Querido Jorge, vivimos un infinito misterio y como tal es muy difícil desentrañarlo, de vez en cuando aparece y yo a la puerta del misterio ni siquiera la golpeo…
Jorge: No (risas) Vas ahí, te tirás adentro…
Esa fue la decisión que tomé para toda mi vida… Y hoy día cuando vienen chicos de escuela de arte, les digo que han elegido lo mejor de lo mejor, porque la vida del artista es una de las más bellas que se puede tener, les recomiendo que pongan mucho de sí en sostener lo que eligieron frente a las dificultades, que se vencen solamente si uno sostiene esa pasión.
Jorge: Estamos en una época donde el arte no va a estar estimulado… El tema de La Cárcova, que era una escuela de perfeccionamiento para artistas ya formados, de perfeccionamiento… ¿Qué paso…?
Esa escuela, cuando tuvimos la monarquía allá por los ´90, de Carlos Iº de Anillaco que quería privatizar todo, se corrió la noticia que el terreno de esa escuela que está en Puerto Madero, que había sido un Lazaretto ese lugar, Marcelo T. de Alvear por decreto se lo da a De La Cárcova para que monte su escuela superior, iba a ser el tercer ciclo de las Escuelas de Bellas Artes: Preparatoria Manuel Belgrano, 2º Academia Prilidiano Pueyrredón y faltaba el tercer ciclo. En los ´90 cambian los programas de estudio y hacen para las Bellas Artes el Instituto Universitario Nacional de Arte (hoy UNA).
Yo le dije la vez pasada a la rectora de la UNA, en chiste, que si seguimos empujando un poquito porque que veníamos de la IUNA, pasamos a UNA y llegabamos a cero y podemos reabrir la escuela… se rió pero no le gustó nada….
La cuestión es que no de la noche a la mañana porque hubo bastante lucha interna entre los que querían el régimen universitario y los que preferían seguir lo que teníamos y mejorarlo, pero con Carlos 1º se llevaba siempre a empeorar y había mucha gente que en los nuevos gobiernos se ponen del lado donde calienta el sol y entonces votaron por eso, se hizo un enfrentamiento, una grieta y salió lógicamente la Universidad, la Escuela Superior la pasaron por encima y quedó ahí solamente el Museo del Calco, que era un elemento de trabajo que De La Cárcova había traído como trescientos de Europa para los estudiantes, quedó eso.
Hubo bastante disgusto con este asunto hasta que la vez pasada fuimos un grupo de ex alumnos y docentes todos ancianitos y ahí surgió la idea de porque no abrirla de nuevo esta escuela si durante 90 años fue lo mejor que pasó en materia de arte y de especialización. La escuela que nosotros hicimos en los ´50 que estaba en su plenitud, era como una beca. Primeramente había que entrar habiendo terminando los dos ciclos anteriores o de lo contrario rendir un examen de ingreso de dos semanas, exigentísimo porque el lugar no es muy grande. En el taller de escultura por ejemplo entre los cuatro años éramos 12. Teníamos clase obligatoria a la mañana, a la tarde podíamos seguir trabajando ahí hasta las 5 de la tarde. Teníamos tres maestros que podíamos consultar y dos ayudantes de taller, tres modelos vivos, cada uno hacía un plan de trabajo. Había un comedor estable gratuito con dos cocineros con un ayudante. Si necesitabas papel, había un rollo de papel de escenografía… querías tallar una piedra ibas al Maestro Fioravanti… –Gracias maestro (señala un altarcito con una foto en el que está el maestro Fioravanti con Leopoldo marechal) no me dejés mentir eh?…
Jorge: Te está mirando…
¿Quedó alguna posibilidad de reabrir La Cárcova o es lejana?
Tenemos los obstáculos que se tienen cuando se quieren hacer cosas bien. Porque no sé qué modificación planteaba la rectora, que creía que quería autonombrarme rector y después creyó que éramos macristas y queríamos privatizar la universidad, porque hicimos una manifestación de 200 personas y creyó que íbamos a tomar la escuela. Después dijo que se estaba preocupando mucho por ese asunto y que había talleres vacíos y puso un seminario con profesores de los más modernosos, estos que hacen escultura con el silbido (risas), tonteras. Cuando nos cuenta esto me dice: lo vengo siguiendo, tengo gran respeto le ofrezco que venga un año entero a dar la materia que quiera dar y es arancelado. Le dije señora porque es arancelado no quiero venir, porque yo me eduqué en esta escuela pública… Quería atraparme…
Gabriel: Un contrato para que no moleste
Le dije no. Que antes que yo pase al crematorio la queremos ver abierta a la escuela, pero no quiero ningún puesto ni yo ni ninguno de los que están acá, somos en todo caso asesores hasta que empiece a funcionar y ahí si nos vamos tranquilos. Estamos bregando…
Ahora apareció una nueva idea -yo me meto en cosas dificilongas siempre- en algún momento estábamos bregando por la ley del artista que no tenemos, como los actores, porque nos toman como si fuéramos aficionados, somos trabajadores… en ese contexto me llama la entonces diputada Norma Morandini que era amiga de Carlos Alonso, se interesó y se trató la ley del artista. Ahora ella terminó su mandato y no se…
Ya que tanto la nacionalización de la escuelas de Bellas Artes como luego el decreto ley para oficializarla se hizo en tiempos de Hipólito Yrigoyen por el 1905, allá por el 18 o 19 viene De La Cárcova con el proyecto de la Escuela Superior, de esto se enteró Marcelo T de Alvear que participaba bastante del movimiento artístico -su mujer era cantante- y atendió el pedido de De La Cárcova de tener un lugar mejor porque estaban en un lugar lamentable con mucha demanda y le dieron una casa viejísima en la calle Alsina, recién llegaba la electricidad y estaba en muy malas condiciones. Alvear se empezó a mover y encontró que el Ministerio de Hacienda tenía un lazareto (*) que iban a mudar al lado del río. Era un lugar hermoso frente al Balneario Municipal, que nos bañábamos en el río y volvíamos a nuestra tarea en malla. Como De La Cárcova era arquitecto y apasionado docente dijo “esto lo arreglo yo”, puso la fuente ahí en el medio… también era amigo de Carlos Thais y le aconsejó primero vamos a cortar lo que no va y después acá ponemos una palmera, ligustros, higueras… ahora está todo dejado. Queremos volver a eso, como fue decreto ley de Hipólito Yrigoyen avalado por el congreso se podría…
Jorge: Me gustaría hablar de tu impronta como artista, tu obra produce muchas vibraciones y emociones, sos un humanista te conmueve lo humano ¿Cómo es tu proceso interno de creación?
Yo creo que tenemos que remontarnos en la tierna infancia cuando hacíamos el pesebre y la pasión de Cristo, la vida y la muerte, estos dos extremos misteriosos a más no poder. Soy bastante intuitivo también, me muevo por la intuición, como una veleta al viento. La otra motivación importante en mí son los maestros, empezando por la maestra Teresa Furlong en sexto grado, Leone con la arcilla, después Troiano, Bigatti, Fioravanti, Irurtia. Yo quise trabajar desde muy niño, teníamos terreno con una pequeña granja con conejos y chivitos, cultivábamos una huerta. En el Versailles del ´39 había más tierra que casas. Entonces a mi padre en la fábrica le dieron un reparto buenísimo con dos percherones. En verano yo iba a ayudarlo si me dejaba manejar el carro que entre tanto adoquín sacaba chispas. Yo ya estaba en Bellas Artes y había trabajado en un taller de cerámica de chico ahí en Versailles y cuando pasábamos con el carro por la calle Rioja, veía en una vidriera yesos, ornatos… era un taller de escultura decorativa para la arquitectura, creo que era el último. Una de las veces que volvíamos a la fábrica con las botellas vacías, mi viejo me dice andate para casa, estás cansado y yo a propósito camino por Rioja y se me ocurrió “yo entro” a ver si necesitan un mandadero. Me atiende el hijo del dueño y me dice: -¿qué querés?. -Yo estudio Bellas Artes en la escuela Belgrano, le digo y me llevó a ver el taller por dentro, me fasciné, estaba nervioso porque no me contestaba y me dijo bueno, vos querés trabajar acá pero sos menor de edad, el sueldo es muy poco: siete pesos, que por esos días era el sueldo de un peón. Y empecé.
El viejo no estuvo de acuerdo en principio pero después empezó a cambiar cuando vio que me salían letras de imprenta…
Pasa un par de años, hice mucho progreso trabajando ahí, ya me ponían a modelar. Mientras tanto ingreso en el segundo ciclo, teníamos un gran maestro Trioano Troiani, un italiano que vino antes de la guerra del 14 para un trabajo del coronamiento de la Legislatura, hizo 8 de las como 20 estatuas. Había dejado a su novia allá en el Benneto, vio que acá había trabajo a rolete que podía ganar mucho dinero, el peso argentino valía mucho afuera. Y volvió a buscar a su novia, se casaron y se vinieron acá poco antes del ´14 porque si no tenía que ir a la guerra. A este maestro le pedí permiso para hacer un molde de yeso y el me preguntó “¿Ud sabe hacer un molde de yeso? Y… algo, le dije.
Entonces me fui con yeso que pedí en el trabajo del taller de Jaime Sol… En un recreo me llama aparte y me pregunta donde aprendí y le conté de otros maestro y que hace dos tres años trabajo en el taller de Sol… -Ah Jaime Sol, hice varios trabajos para Sol ¿Cuánto te pagan? -7 pesos con 25. -No quiero sacarlo de ahí ni nada, pero estoy haciendo un trabajo de gran porte necesito algún ayudante, puedo pagar diez pesos. Yo le dije: -¡No lo dudo un instante! Imagínate, le llamábamos el Miguel Angel contemporáneo. Después de la chapa de trabajar con Troiani me empezaron a llamar un sinfín de escultores y aprendí muchas de las técnicas mientras me ganaba la vida. Yo tenía mi tarifa y generalmente me pagaban más.
¿De dónde surge la inspiración o lo que te mueve…?
Ellos influyeron cada uno con lo suyo, muchísimo en la formación de mi personalidad, porque uno tiene la cosa genética pero la personalidad la va adquiriendo con el tiempo. La forma de conducirse, lo que se elige.
En el segundo ciclo me inicié como docente, que no lo tenía previsto, porque quería tener un taller, como los maestros… Pero no me salió…
Como empecé como docente es curioso. Una institución MEBA hacía un concurso, un año salí segundo y al siguiente primero. Después de darme el premio, el presidente de MEBA de ese entonces, que era Cher Antonio, me dijo: -Cualquier tarde venite quiero hablar con vos… Yo tenía 19 años estaba terminando el segundo ciclo y ahí se estaba yendo el profesor del taller de modelado y había un grupito de 6 o 7 alumnos. -¡No! -le dije- en matemáticas y pedagogía siempre he sido el peor. –No me digas que no, porqué no lo pensás, y me propone un mes de prueba diciendo: -te acordás cuando ayudaste al que estaba al lado tuyo que te preguntó y le diste una explicación limpita… -Bueno -le dije- voy a hacer la prueba… y me enamoré de la docencia.
CONTINUARA….
(*) Lazareto es un hospital más o menos aislado, donde se trataban enfermedades infecciosas.
Esta nota fue publicada originalmente en la Revista Floresta y su Mundo edición 327 (Diciembre 2017) ©