El dibujo como primer lenguaje humano siempre ha sido el medio inicial y primordial en la comunicación. Al estar ligado directamente al desarrollo intelectual, es la radiografía del ser, por lo tanto expresión genuina y sincera: la mano ejecuta y da cuenta de su existencia mental.
Este es el lenguaje que desde muy pequeño signa a Julián Cheula, un joven artista, que con 37 años ya ha sembrado su particular gráfica en la querida Floresta.
Su padre, arquitecto y profesor de dibujo, ha sido, sin dudas el primer espejo en cual reflejarse.
Fue así que una parte de su infancia asiste al taller de Sábat, para luego ya adolescente, vincularse con Claudio Barragán, con quien aprendió gran parte de lo que sabe.
Esta formación artística en talleres y el aura familiar que lo envuelve lo lleva también a formarse como arquitecto.
Sabemos que los artistas que eligen el dibujo como medio de expresión son muy prolíficos, incansables investigadores de la forma en el plano con sus mil variantes y así la línea va configurando el universo original que los caracteriza.
Y en esa indagación Julián encuentra otro maestro con quien profundizar en su arte, Carlos Patricio González, que lo lleva por los caminos del dibujo con modelo vivo, el mural al fresco y las técnicas del grabado.
El dibujante y el arquitecto confluyen y potencian en un juego plástico muy atrayente. Su imaginario de arquitecturas en perspectivas múltiples, nutren sus composiciones tanto en murales como en grabados, documentando la época, las costumbres, las escenas callejeras, permitiéndose una fantasía donde plasma su deseo. Ahí podemos entonces vivenciar un estilo, una manera de ser Julián Cheula en el mundo abigarrado, estruendoso, diverso que es la gran ciudad, con su impronta , su peso y su historia.
Por esto y más, es que su primer mural, fue el que realizó en el muro circular de la placita Che Guevara, de Benedetti y Ramón Falcón. Por allá por 2007 hinchas de All Boys, el cineasta Fernando Romanazzo y Fernando García, consiguen los materiales y gestionan la pared citada para que Julián elabore una narrativa en blanco y negro. Como coincidía con su estética, el dibujo es netamente en blanco y negro, se sintió cómodo con la propuesta. No tanto como muralista, ya que que era su primer trabajo en el espacio público.
Pero su talento con el dibujo y su original composición le dieron fuerzas para salir airoso con la técnica. Estaba subido en el andamio, a 4 metros de altura, cuando Romanazzo lo desafía a que la figura principal del futbolero que protagoniza la escena, tenga el retrato de Solchaga, el famoso y querido goleador de All Boys. Y así lo representó, pateando una pelota, que más que un gol, es un sentimiento arrojado al aire, es un logro colectivo de un acuerdo social profundo. Y a sus espaldas la obra revela el origen, las luchas y la cotidianidad de un barrio que siempre es bandera de identidad y de orgullo.
La experiencia lo marcó tanto que Julián no solo siguió realizando murales sino que desde ese momento también se hizo hincha de All Boys, el club que siempre apuesta al arte y a la memoria barrial de Floresta. Aunque el cariño por el futbol lo lleva a ser múltiple camiseta, su corazón permanece bostero.
En esa misma época, también tuvo la oportunidad de colaborar con su papá, Osvaldo Cheula, en la realización de un mural que muchos recordamos aunque ya no esté más para ser apreciado.
En la esquina de Gaona y Sanabria en un muro que fue demolido para la construcción de la Plaza que hoy es el Corralón de Floresta. La estética en blanco y negro reflejaba la historia del barrio.
Más tarde realizó otro importante mural, el de calle Acha 1973 para un edificio de departamentos. Hay que destacar el que está en el muro de entrada a la cancha de All Boys, que al tinte futbolero le agrega los iconos geográficos y culturales, especialmente simbólicos, como la bandera de los pibes fusilados en Floresta, la imagen de la escultura de la Patria del monumento que los conmemora y retratos de futboleros emblemáticos, entre otros íconos. Así lo sienten en el club y así lo toma e interpreta Julián Cheula, como comunicador expresivo desde su gráfica blanquinegra. Realizado en 2021 al terminar la pandemia.
Fue invitado a exponer en Fadu, UBA -de donde es egresado- no sólo sus dibujos sino también le encargaron la realización de un mural, que consta de cuatro grandes paneles que han quedado allí como patrimonio de la facultad, en la Sala del Consejo.
Y en esa incursión que realiza en los lenguajes artísticos, no se define por una sola disciplina, y como todas están hermanadas con el dibujo, encuentra en el grabado una posibilidad de expresión maravillosa, especialmente con la xilografía. Esa técnica es la que más lo incentiva, ya que encuentra allí un canal de desarrollo para expresarse aún más con el dibujo. Lo que le atrae es el trabajo con la gubia, herramienta con que talla la línea en forma directa. Seducido por la madera, se siente aún mas favorecido para la creación de sus típicas imágenes abigarradas de texturas y detalles.
“El fuerte está en los llenos y vacíos, lo que deja la gubia al trazar y las texturas que deja al grabar la madera”
“El dibujo sigue siendo la base de mi obra”
Desde hace dos años Julián vive en Morón con su pareja y su pequeño hijo de un año. Esta vez fue el amor el que marca un trazado que amplía esa cartografía afectiva fundante.
A sus veintipico de años un ejercicio de la facultad le planteó definir los límites de su barrio, un dibujo en cruz demarcaba los límites de su Floresta cotidiana: “Una cruz que iba de mi casa de Jacarandá y Margariños Cervantes a All Boys, de mi casa para el este a lo de un amigo en Santa Rita, para el oeste a lo de mi abuela sobre Vélez Sársfield, y para el sur a lo de mi tía” y si bien desde 2008 se fue y vivió en distintos barrios porteños, los componentes de esa cruz están y siempre vuelve a ella.
Y por esta necesidad de seguir experimentando asiste a los talleres de grabado y de historieta de Villa Mecenas, la escuela municipal de arte de Morón.
Actualmente está desarrollando una edición casera de un pequeño libro de cuentos de su papá: Crónicas del Riachuelo de circulación limitada, que edita artesanalmente Julián, con ilustraciones de él, croquis del papá y una estampa central.
Las historias ilustradas lo fueron llevando hacia la historieta, un género muy asociado al dibujo y es en esta mezcla de lenguajes, entre fanzines y ediciones, donde encuentra un ámbito de desarrollo personal y colectivo, por el intercambio que significa producir y compartir con otros. Un espacio de convivencia que le da mucho placer e identidad.
El lugar propicio para seguir ampliando sus narrativas en blanco y negro.
https://www.instagram.com/juliancheuladibujos/
http://juliancheula.blogspot.com/
Esta nota fue publicada originalmente en la Revista Floresta y su Mundo edición 390 (Octubre 2023)
Notas Anteriores:
Septiembre 2023: https://florestaysumundo.com.ar/del-barrio-al-simbolo-pablo-gazal/
Agosto 2023: https://florestaysumundo.com.ar/el-grabador-del-gesto-cotidiano-osvaldo-turco-jalil/