El dibujo: Lenguaje fundamental del arte

por | Dic 1, 2025

Una de las primeras manifestaciones de la humanidad, que desde tiempos remotos nos hablan de culturas ancestrales que dejaron su huella.
Otros hombres”, ilustración de Mauricio Nizzero

Otros hombres”, ilustración de Mauricio Nizzero

El dibujo es una de las primeras manifestaciones de la humanidad como elemento de expresión y comunicación, que desde tiempos remotos nos hablan de culturas ancestrales que utilizaron esa herramienta para dejar su huella,  manifestar su mundo y  su interpretación de la vida en comunidad.

El dibujo está antes que el lenguaje escrito y aún antes que el hablado, por la rapidez con que puede ser captado y porque retiene el pensamiento.

Al estar ligado directamente al desarrollo intelectual, es la radiografía del ser, por lo tanto expresión genuina y sincera: la mano ejecuta y da cuenta de su existencia mental. Con  el desarrollo de un trabajo constante, aspectos de la personalidad y su historia, comienzan a revelarse.

Cada persona tiene su propio lenguaje gráfico, ya que cada uno interpreta la realidad en forma singular.

“El dibujo se reconoce como una de las más antiguas formas de representación humana sobre la naturaleza y la de su entorno. Una gráfica y un testimonio de las manifestaciones simbólicas que comunican a los pueblos. Durante muchos siglos el dibujo fue y sigue siendo complemento de otras artes y otras disciplinas, herramienta para decir y construir en imagen ese universo de sentidos, realidades materiales e inmateriales.

Luego de un largo camino como soporte y complemento de un hacer práctico, el dibujo comienza a transitar la materialidad de una identificación propia y soberana. Toma los elementos de la estética plástica y sus recursos materiales para alzarse  con identidad propia, eso hace que hoy se pueda presentar como disciplina independiente que tiene mucho y todo por decir y hacer”. 

(Mauricio Nizzero, artista dibujante rioplatense. Para el reciente catálogo de la muestra Homenaje al Dibujo Argentino, noviembre de 2025 en Mar del Plata.)

El universo del dibujo

Con el dibujo se busca la  comprensión y estructuración de la forma. El acercamiento a la realidad puede venir  desde distintos puntos: el cuerpo, el paisaje, los objetos del mundo circundante.

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El abordaje de la figura humana con modelo vivo es uno de los  ejes  que atraviesan el trabajo del taller de un artista. Es la propuesta de trabajar “desde adentro” desde el saber no sabido, desde lo que se intuye y se vislumbra como certero.

Se dibuja del natural para lograr una mayor y mejor comprensión de la forma, pero no se busca la copia fotográfica de ella sino la interpretación personal frente a esa realidad concreta. Es así que un mundo interno se atesora y emerge, dando pautas, indicios de un estilo propio. El estilo es la ética del artista. Ese estilo que en un momento de madurez se mostrará original y sincero, solo parecido a sí mismo.

Cuando se trabaja con una  actitud reflexiva surgen los típicos interrogantes: ¿qué hacer, cómo hacer, desde qué lugar se hace?  Preguntas siempre vigentes cuyas respuestas se elaboran y elaboran cotidianamente. Esas respuestas que no se hallan leyendo las últimas novedades en revistas de arte europeas ni en las obras premiadas en un salón. Son las que cada uno deberá buscar en los cientos de bocetos que haga del esqueleto, en las imprescindibles naturalezas muertas con una pera sobre un repasador, o en apurados bosquejos de figura humana mientras viajamos en tren tentados en captar escenas de la vida cotidiana.

Es de ese material, el humano, del que nos nutrimos. De a poco vamos llegando a nuestra obra que se perfila como propia porque ha sido el fruto de ese diálogo con la incertidumbre y la duda, hasta intuir algunos caminos que nos lleven a la elección de tal o cual material o una manera de solución técnica. Es que el material es uno mismo. El  artista no elige el material sino que es un encuentro con éste, un descubrir-se en ese material.

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La tarea consiste en aproximarse a la realidad, el mundo, comprendiendo la forma desde su estructura interna. El trabajo con modelo vivo es puntal de todo desarrollo artístico. Comprender e interpretar las leyes de la naturaleza será la primera motivación y objetivo. Comprender ese orden natural sin pretender nada más y nada menos que armar la figura, supone un esfuerzo y un apasionamiento. El mismo enfoque en el paisaje, pintando o dibujando en un espacio verde o urbano nos lleva al mismo resultado: la estructuración de un mundo interno que aparece y al cual hay que alimentar con más trabajo para que se pueda desarrollar. Tanto como para saber quiénes somos y entrar a descubrirnos en el juego plástico que propongamos.

El paisaje se da a la vista y eso que vemos está bien, pero cuando éste  pasa a la composición plástica, otras leyes, las del cuadro, entran a tallar, y son éstas las que deberemos identificar. Adecuar las formas para una composición armónica, dará lugar a una nueva configuración.

De este trabajo y de este enfoque surge una estructuración. El artista se consolida, se afianza por un trabajo sólido que desarrolla comprendiendo la naturaleza, encontrando a través de ese orden universal, un  orden propio para su trabajo plástico. 

Dibujar la figura humana con esta actitud, nos brinda elementos maravillosos. La única preocupación radica en resolver el problema de pasar esa forma tridimensional al plano despojándonos de especulaciones o pretensiones. La expresión está en cada uno y sale siempre; más aún cuando este “trabajo” deja de ser un problema.

Descartar la ansiedad por el resultado, nos hace ver que esa expresión está desde el primer día en el primer trabajo. Siempre aparece un retazo de la más leve sensibilidad, un dato, un indicio de lo genuino de cada uno. Así, nos vamos metiendo en el juego, cada uno como puede y según el tiempo que le dedique. Así es como el arte va ganando espacio en nuestra vida.

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“Uno pinta aquello que no sabe de uno mismo”.

“El artista refleja a pesar suyo la realidad de su época y todo lo que vive constituye su obra. Refleja lo que le pasa a él, que es lo mismo que le pasa a otra gente”.

(Son las frases de mi querido maestro Juan López Taetzel, artista plástico bonaerense, del barrio de Florida en Vicente López)

 Así nos vamos exigiendo y desafiando y encontrando más tarde o más temprano esa otra variante imprescindible del trabajo plástico: el placer. Otra actitud se incorpora a nuestra vida, la posibilidad de juego aletargada quizás por las exigencias de la vida cotidiana y los mandatos del sistema, con el arte se renueva y re significa. 

El dibujo en el paisaje representa en todo momento una elección: la escena, el objeto, la actitud, los viejos edificios, los nuevos, las ventanas o los techos, todo y cada minúsculo objeto puede ser motivo del cuadro. Una intuición, un deseo nos guía, un acercamiento por afinidad con la forma, su color o su deterioro. Todo lo que entra en juego es parte del propio juego, el cual armará la urdimbre de relaciones entre captación, representación, material y técnica acorde y conjunta. 

El paisaje cotidiano se revaloriza y cobra otra dimensión y otra importancia en el cuadro, pasa a ser una imagen pasada por el filtro de la persona que lo pinta o dibuja.

Trabajar con las formas cotidianas -sin especulaciones ni pretensiones- conocidas y naturalizadas cobran vida a través de la visión artística, que todo lo organiza y sintoniza de acuerdo a pautas que deberá desentrañar cada artista en su quehacer.