Como todos los clubes de barrio las familias y sus hijos, los vecinos, amigos de la entidad no solamente practican deportes, recreaciones, juegos, actividades del mismo, sino también tratan de recaudar fondos para solventar gastos de la entidad: luz, gas, viajes, compras de materiales, contactos con otros clubes, etc. El caso es que cuando va tomando cuerpo el conjunto de acciones del club, es el fútbol, en general, el campo que tiene mayor atención por el movimiento que genera entre socios, seguidores, hinchada que respalda. Hasta acá, por lo que sabemos, este es el escenario que se presenta en casi todos los barrios de las ciudades de nuestro país con riesgo, por supuesto, de equivocarnos.
Pero hete aquí que otras actividades últimamente se han sumado a los clubes, que irrumpieron sin pedir permiso para hacerlas y las que ya les tenían, incrementarlas; para no enumerar muchas nos detendremos en una, en particular por lo que aconteció: ajedrez. La cuestión se suscitó cuando a raíz de distintos logros de este juego en el campo nacional e internacional entusiasmó a jugadores, aficionados, seguidores, para profundizar su práctica. De manera, entonces, que el club de referencia puso a disposición tableros, fichas, mesas, pero un detalle obstaculizó la continuidad de ofrecer más actividad del mismo: la falta de relojes.
Muchos chicos/as al enterarse de esta situación y para no comprometer las arcas del club por el momento que se está pasando económicamente, decidieron emprender formas de recaudar fondos para la compra de los mismos: se organizaron rifas, torneos, competencias sin que lo supieran los directivos del club y con la anuencia de sus familias para sorprenderlos con los instrumentos que miden el tiempo.
La cuestión llevó su tiempo y cuando consiguieron varios relojes no tuvieron mejor idea que dejarlos en una gran mochila en la puerta de entrada al club con un cartelito en el cierre que indicaba: “Para la Comisión Directiva: Abrir con cuidado”. Esto fue planificado con la mayor inocencia para que en la apertura matutina de la entidad lo vieran el portero y el primer directivo que se acercara. Lo que no fue previsto es la repercusión inusitada que produjo el envío: los recién llegados estaban asombrados por el sonido que escuchaban, no sabían qué hacer. La gente que pasaba por el lugar veían con asombro cómo estaban preocupados los que abrieron el portón. Inmediatamente se sumaron escolares, vecinos, peatones, que ante la duda de poner las manos en la mochila decidieron entre todos llamar a la policía que, a su vez, envió una brigada de explosivos, motos, ambulancias. Perimetraron la entrada a fin de iniciar los trámites para saber de qué se trataba todo esto. Los comentarios, habladurías, los corrillos, se dispersaron por todos lados dando lugar a las imágenes más insólitas de creer.
No duró mucho tiempo este momento, por suerte, llegó un grupo de ajedrecistas para ver qué impacto habían producido. Cuando vieron la movida y el susto desparramado en los presentes aclararon qué tenía la mochila maldita. Hasta leyeron una esquela dirigida a todos/as los ligados/as al club: “Agradecemos a la entidad todo lo brindado por facilitarnos jugar al ajedrez. Esto es un simple gesto para engrandecer este juego porque queremos llegar al podio como los que consiguieron tantos trofeos y premios como Maestros y jugadores de nuestro país, tantos niños como adultos. Es una ayuda a los gastos del club”. Se disculparon de las molestias ocasionadas y de las consecuencias de la sorpresa inesperada que no tuvieron en cuenta. Un aplauso atronador de todos incluyendo a las fuerzas de seguridad, cerró el episodio. Todavía se sigue comentando.