Medallas y logros en la ET N°27 «Hipólito Yrigoyen»: “No te sirve de nada estar en un lugar alto si estas solo, si estás solo no tenés nada”

por | Dic 20, 2018

Nuevos laboratorios, proyectos y medallas ganadas. Entrevistamos a los apasionados alumnos y docentes de la ET Nº27 Hipólito Yrigoyen. La fuerza de una Comunidad Educativa bien enfocada.

En días en que el gobierno de la Ciudad realiza absurdos recortes y cierra terciarios técnicos, donde la educación debería ser la prioridad número uno para mejorar esta sociedad en crisis, me llegó a través de un posteo de la comunera Cynthia Salama, la noticia de un proyecto muy interesante, de fabricación de Biodiesel en la Escuela Técnica Nº 27, con la colaboración de los comerciantes e industriales del barrio. Investigando la noticia encontré también otro proyecto ya en marcha, vinculado a la inauguración de una nueva planta piloto con niveles técnicos y resguardos de higiene y seguridad similares a los de la industria y en la que los alumnos estaban fabricando productos de limpieza.

Lleno de preguntas fui entonces a buscar la nota con un importante condimento emotivo: La ET 27 fue mi colegio secundario y desde hace 35 años que no volvía. Fue lindo, shockeante porque ahora tengo 53 años pero soy el mismo que de pibe cursó ahí en años de dictadura, que entró creyendo que iba a trabajar en una industria y salió haciendo revistas y soñando con ser actor. Pero esa es otra historia a contar, por lo pronto de una nota surgieron varias y las protagonista de esta son Victoria Arribas y Hannah Gallafent, dos alumnas ya egresantes, llenas de talento y deseo, que participaron del curso que ganó una medalla de oro en la instancia regional de las “Olimpíadas Nacionales de Industria de Procesos, Química y Técnología de los Alimentos” y una Mención Especial en la instancia Nacional y también dos apasionados profesores de una nueva materia llamada Prácticas Profesionalizantes, que produjo cambios muy positivos en el que debe ser uno de los colegios técnicos secundarios de mayor nivel en la ciudad.

 

Hay mucho para contar. La ET 27 ocupa el 90% de la manzana de Baigorria entre Virgilio y Moliere en el Barrio de Villa Real, en nuestra #Comuna10. Hoy día cursan alrededor de mil alumnos y este año se reciben 120, que es un promedio bárbaro.
Mi contacto de inicio fue el profesor Diego Amato, uno de los impulsores del proyecto Biodiesel del que daremos cuenta más adelante. Diego me recibió junto a mi querida compañera de curso Mónica Aschero, quien hizo todo más fácil porque entendió la emoción que me estaba atravesando. La ET 27 es un colegio hermoso, donde se respira un clima muy académico pero agradablemente distendido, a todos se los ve contentos y orgullosos de estar ahí.

Me fue útil el hábito de dejar que las entrevistas ocurran. Diego y Mónica me condujeron hacia la nueva planta piloto y mientras iba observando conmovido lugares reconocibles de la adolescencia me encontré frente al profesor Pablo Zeta, quien me aseguró: tenés que entrevistar a Victoria y Hannah. Buenísimo -pensé- la escuela contada por sus alumnos.

Así entonces esa misma tarde de diciembre, en un laboratorio impecable, con un reactor, una llenadora al fondo y una mesa de aluminio en el centro, nos juntamos con ellas y los profesores Claudia Giménez y Pablo Zeta. Y así tuvimos – entre medallas, diplomas y mermeladas- una agradable y divertida charla:

¿Cómo y porqué llegaron a la ENET 27?

Victoria: Mi hermano llegó dos años antes que yo. Mi vieja lo mando porque creía que era un buen colegio, quedaba cerca de casa y a mí me dijo “como vos no sabés que hacer te mando, si te gusta seguís y si no, te cambiás”, y me encantaron los talleres, lo seguí y me gustó. Ya egresé, me falta rendir un par de materias y ya está.

Hannah: Vine porque había tenido familia acá… primos y tíos. La cursé como una secundaria normal, no como una “técnica” que es más difícil, en el cuarto casi y en quinto repito y después en el 2º quinto me quise ir porque estaba en el turno noche y era feo, porque soy muy familiera y a las seis de la tarde cuando llegaba toda la familia yo me tenía que ir, era horrible. Y después cuando me estaba por cambiar a un CENS de cine -porque hago teatro- tenía un profe que me dijo “yo viví de la química y a la par hice teatro pero lo que me dio de comer fue la química, te recomiendo que sigas” y le hice caso. Hice bien.

Repetiste, estuviste a punto de irte y tuviste una medalla de oro. ¿Cómo paso eso?

Victoria: (que interrumpe) Contesto por vos… Pablo (señalando al profesor) fue la diferencia.

Hannah: Cuando llegás a un nivel de la carrera alto -estaba en quinto- y estaba por pasarme a un segundo año de CENS… pasa igual que en la vida, estás en una carrera que se supone que tenés que saber de todo y te preguntás: – Puedo tener el título, pero… ¿Voy a ser técnica química? y empecé a tirar manotazos de ahogado, hice como el CBC de nutrición y lo dejé porque no era lo mío y entonces le dije un día a Dios: – Ayudame, no me voy a comprometer con nada pero dame una que yo diga “esto es para mí”. Me gusta el razonamiento que tiene el técnico químico, yo soy más creativa, despierta, entonces es difícil enganchar eso en una sola pieza, y llega la materia “Prácticas” y el profesor Pablo dijo al curso: “Con Hanna vamos a contar en la parte más creativa para hacer marketing” y ni me imaginaba todo eso entrelazado…

 

Ahí juntaste todas tus partes ¿Cómo fue el proyecto con el que ganaron la medalla?

Hannah: Es muy importante que el técnico tenga creatividad, eso es a favor. Durante el año hicimos peras en almibar, pollo en escabeche, encurtido de berengenas y mermeladas. La conservación -por ejemplo del pollo- era más complicada y teníamos que trabajar todo el año con algo que hicimos como curso y elegimos “Mermeladas”, porque a largo plazo iba a conservarse bien. Ahí empezamos a hacer desde las etiquetas y pensar en los sabores que al principio fue frutilla, que es lo básico. Pablo nos había enseñado, que lo más importante era lo que tenía el producto adentro y no tanto el envase, porque si el producto es malo no lo comprás más. Yo lo tomé como un lema… podés tal vez dar un frasco sin etiqueta, pero lo de adentro debe ser bueno. Pasa exactamente lo mismo con las personas. Bueno, yo fui gordita, algunas cosas se te rechazan más, pero la calidad de persona está adentro y ya está. Luego pensamos buenas actitudes: El envase reciclable, hacer el producto y regalarlo en comedores o que de cada cinco que se vendan uno sería para un comedor social. Después no pudimos por una cuestión de tiempo y estructura, pero probamos cosas. Nos había salido una mermelada de limón, miel y jengibre y le habíamos puesto esencia de vainilla. Las chicas de liofilizado pensaron que si hacíamos guisos podíamos entregarlo a gente carenciada para las fiestas. También pensamos en hacer budines con nuestra mermelada.

Finalmente el proyecto posible quedó “Mermelada con impacto social y ambiental”. Las olimpíadas juridiccionales fueron en las escuelas Raggio. Con mucho nervio las pasamos y después las nacionales, donde había ideas muy buenas y nosotros solo con una mermelada. A los grupos les gustaba la forma en que presentamos, teníamos diapositivas, publicidad.

¿Era un proyecto muy integral?

Hannah: Que haya sido muy completo tiene que ver con que cada uno haya puesto algo de su persona. Se necesitó mucho orden, somos diecinueve y participó todo 6º 1º turno noche. A la noche algunos alumnos son papás y hacen de nuevo el secundario por la tecnicatura. Yo fui como la coordinadora e hicimos la presentación junto a Carlos Cejas. Estuvo buenísimo, por ejemplo Victoria y Aldana hicieron las etiquetas. Cuando veía alguien que se destacaba en algo durante el año, le decía fíjate como podés hacerlo para las Olimpiadas. Nos fuimos ordenando valorando los talentos de cada uno.

¿Qué balance les deja la experiencia de la simulación de la experiencia de inserción laboral?

Hannah: En la olimpíadas, si bien éramos un grupo, había subgrupos. En los momentos que había discusiones, yo me acuerdo el día anterior ponele que me llevé mal con tal y no le hablaba, me decía estoy a un día de exponer, me siento sola y estoy en un lugar re privilegiado, es decir no te sirve de nada estar en un lugar re alto si estas solo, se tiene que compartir, es de todos y si estás solo no tenés nada.

Victoria: Lo del colegio, primero Prácticas Profesionalizantes. Si bien este es el primer año que se implementa, lo agarramos muy como de los pelos, planta piloto la tuvimos más sobre fin de año. Desde el principio igual hicimos berenjenas, peras, pollo… Esta materia te hace ver lo que tendrías que saber llegado el momento que tengas que ir a una empresa. Ahí no va a haber una persona que te diga “tenés que hacer esto o lo otro”. Pablo te lo dice antes para que lo sepas, te explica desde por qué hay una ducha, porque el piso tiene la curvatura en el esquina, cómo tenés que entrar, qué te tenés que fijar, cómo vestirte, cosas que yo nunca había pensado que tenía que saber antes de entrar a trabajar.

Pablo los entrena…

Hannah: Al principio te incomoda, vos decís: -¿Puedo poner estos acá?- y te contesta -¿Y por qué? Y así en todos los detalles.
Victoria: En el balance del colegio, los primeros años son difíciles, entrás a las siete de la mañana y salís a las seis de la tarde y ves a los amigos que van a comerciales y bachilleres que están todo el día haciendo nada, no se llevan materias, nunca estudian, se les hace fácil y decís tengo siete pruebas esta semana y me quiero arrancar los pelos. Los primeros años me gustaron porque me gustan hacer manualidades y cuando empecé con el tema de laboratorio, me decía “no sé si será lo mío” o si me iba mal en química ¿Qué hago acá?, después la vas aprendiendo. Siempre planta piloto la pasás por la puerta, trabajé dos veces en la anterior y era un galpón… y con la nueva, guau valió la pena esperar. Y esta materia es lo que necesitás para ser técnico, si hablo con mi hermano que egresó hace dos años todas estas cosas no las sabe.

Hannah: Esto lo podés aplicar en la vida. Fui a comprar jamón y estaban usando una tabla de madera y lo quería matar, me salía decirle “¡No cortes eso ahí!”. La materia Prácticas Profesionalizantes me dio que ahora necesito calidad. Esta materia debería darse para todo el mundo, te enseña a que todos podemos hacer la parte que no nos gusta y podemos dar lo mejor. Eso de la exigencia me llevó que ahora quiero estudiar Ingeniería Industrial… en la UnSam.

 

La materia nunca me pareció tomada de los pelos, la empecé a vivir del principio. Está muy bueno que durante la escuela técnica vas aprendiendo cosas que no usás. En Prácticas “ves” lo que aprendiste, ahora sé lo que pasa acá adentro (en el frasco de mermerlada). Al ver lo que haces, lo empezás a querer, se vuelve visible todo lo que estaba invisible durante tanto tiempo. Eso mismo les dije a los de quinto para que conozcan cómo fue la primera vez de Prácticas Profesionalizantes.

 

Después me expresé mal “hacén lo que quieren” les dije y me reí, porque es al revés de los que sería normal… te gusta que te ponés una cofia, no te pintás las uñas, no usás maquillaje, te saca toda la facha… No es que “hacés lo que querés”, sinó que empezás a querer lo que estás haciendo.

En la reunión de fin de año del aula decíamos que esta materia, con los mecanismos que enseña nos va a sacar el vértigo del día que vayamos a trabajar de verdad.

Victoria: En quinto me decía “no creo que un laboratorio sea igual en la industria que en el colegio” y muchas de las cosas que nos explicó Pablo, mi novio trabaja en una empresa farmacéutica y me cuenta cosas que ya aplico acá.

Hannah: Aprendimos a ser responsables en la vida, con los productos… si a alguien esto que come le cae mal… también el valor que tiene una firma, no se puede jugar con la calidad, si hay problemas te van a buscar a vos.


HABLAN LOS PROFESORES

Claudia Giménez: Para nosotros fue una experiencia maravillosa desde este lado. Fue el primer año y tuvimos muchas complicaciones internas, al principio la desprolijidad que hubo para dictar por todo el armado de la infraestructura edilicia: También entender el significado de la materia, teníamos que saberlo interpretar nosotros para poder transmitírselo a ellos y no era fácil. Después poder planificar el tiempo, el orden cronológico: hay que aprender a vestirse, a trabajar y con la edad que ellos tienen… Pensamos “démosle algo que sirva en lo laboral”, en los cursos de HPLC (cromatología líquida). Tenemos los equipos para separar y cuantificar los componentes que tiene una muestra, es el boom del momento y se usa mucho en la industria farmacéutica, y es excluyente como tener cuarenta años, si no tenés eso no podés salir a trabajar.

Nosotros apenas teníamos un autoclave… (risas)

Prof. Claudia: Antes lo dábamos como materia y pasaba desapercibido dentro de los contenidos curriculares, porque se supone que todos los técnicos tienen ese aprendizaje y en realidad no, nosotros tenemos el aparato y ahí es donde se marca la diferencia del sello de la 27 también, en eso como otras cosas más. Y dijimos porqué no damos un certificado de la práctica y desde este lado es la primera vez que siento una experiencia totalmente distinta. Yo soy la misma profesora que daba clases el año pasado y el anterior y la impronta que le pusieron ellos fue distinta y vos decís “si soy la misma profesora” pero “el papelito”… Habría que preguntarle a ellos porqué le dan más importancia al papelito que a la docente que le da la clase. El click es que ellos terminaron de entender que esto les iba a dar un espacio laboral importante, iban a marcar diferencia con otras escuelas. Lo mismo pasa con liofilizado (proceso de deshidratación de los alimentos que permite conservarlos durante mucho tiempo).

Quedó pendiente hacer Cerveza, suavizantes -no estaba la caldera- pero se pudo hacer esto que fue muy válido. La planta no está terminada. Los primeros tiempos ellos te habrán contado el caos que fue, en cualquier laboratorio que había libre ahí se metían, trabajaban con alimentos: Sabés lo era el pollo a las ocho de la mañana o a las 11 de la noche, la gente que pasaba pedía por favor denme de comer. Falta terminar poder poner las anafes acá y poder hacer la parte de conservas y mermeladas todo en el mismo lugar, distribuir de otra manera con dos profesores uno hace una cosa y el otro otra haciendo la clase más personalizada.

¿Y hacer producción?

Pablo: La planta empezó a producir muy recientemente, se inauguró el 24 de setiembre. La producción de alimentos no puede salir a la calle. Hicimos los Productos de Limpieza “ET27” –que es el otro proyecto- detergente, alcohol en gel… La cooperadora se encarga de distribuirlos y con eso comprarán materia prima para el año que viene sustentar la planta piloto. Nosotros les pasamos el conocimiento y los chicos producen.

De lo que trata la materia y esta planta es conjugar lo que aprendieron en seis años y prepararlos para la vida real. Además del rigor académico a la empresa no podés llegar tarde, los estás soltando con herramientas. El técnico que se recibió en noviembre del año pasado no estaba preparado, hay una diferencia importante. Lo que hacemos es producir calidad como se hace a partir de hace unos años en la industria y formar calidad humana con que lo puede conjugar esta materia: marcás comportamientos, vocabularios, sintaxis, modos de hablar.

Prof. Claudia (pregunta a las chicas): Darles el papelito o no darles el papelito ¿cuál es la diferencia?

Hannah: Ahora conocemos lo que es trabajar de modo un poco más real. Si hubiese tenido solo laboratorio hubiese dicho mi interés no es “solo” trabajar ahí… ahora tengo el papelito de liofilizado y puedo mostrar que se un poco de eso.

Pablo: Lo que quiere decir Hannah es que la materia despierta magia… es el mundo laboral, cuando el año pasado les hablabas de HPLC no pasaba nada, ahora se concretiza y les despertó deseo de algo que ellos no sabían.
Hannnah: Podemos entender porque la mesada está en el medio. Ahí está el reactor y el proceso pasa por aca… sabés la trazabilidad y hasta porqué están los zócalos. Es vivirlo.

Pablo: Uds. habrán visto separar los cationes, una marcha analítica, conocimientos que son muy necesarios, en la industria no se usan más. Ahí se conjugan seis clases de lo que dio ella más planta piloto. Lo que da “cuali” es saber agarrar un tubo de ensayo, saber rotular que no es lo que se está aplicando tampoco. Esa es la magia de lo que te da esto. Cuando ella (la profesora Claudia) dijo “HPLC” después de haber vivido la industria, estaban despiertos al interés. A partir de la planta, de esa magia, todo que estudiaron todos estos años se torna tangible.

Prof. Claudia: Cuando ellos ven un producto terminado, es maravilloso, todo lo que es análisis matemático, la ley de Labert Beer en física, información que vos decías “para que me sirve esto”… ahí la tenés. Todo se aplica, por algo se inventó, algo se calculó. Está bueno que todo eso que se inicia se cierre en ese ciclo, aunque siempre queden puntas abiertas para nuevos aprendizajes, pero lo que se enseñó que se aplique.

 

El sueño cumplido de la planta piloto

Un año antes de la inauguración, toda la comunidad educativa de la ET 27 se propuso concretar la Planta Piloto. Era una aventura bastante complicada y difícil, pero el ímpetu de la Cooperadora y el impulso de nuevo director Oscar Lazbal, fueron fundamentales para que en 2018 se concretara la obra. Fue destacado el aporte de los cooperadores Gabriel Cancián (químico) y Fabián Rossino (arquitecto). Hubo muchos sábados de trabajo conjunto de alumnos, profesores, cooperadores y centro de estudiantes.

Colaboraron los laboratorios ELEA, Phoenix, Grupo Dema, Disprofarma, Perfiles del Pilar y Fernando Bernasconi, con donaciones de materiales y aportes en efectivo hasta de docentes de la propia escuela y también rifas y festivales, que permitieron cubrir los gastos de la obra. Falta un tercer laboratorio, dedicado a la producción de líquidos -como cerveza- y de alimentos que podría estar terminado en unos pocos meses.

 

© Esta nota fue publicada originalmente en la Revista Floresta y su Mundo edición 339 (Diciembre 2018)