Un 4 de febrero de 1929 nacía en Tunuyán, Mendoza, uno de los mejores pintores argentinos: Carlos Alonso.
Hace dos años, el Museo de Bellas Artes alojó obras de su producción más reciente, piezas conmovedoras por su vigencia histórica y por su lucidez y riqueza creativa.
Es la obra plástica de quien ha interpretado las realidades más cruentas de la Argentina. Hoy, con 94 años, Alonso está más vigente que nunca y nos sigue mostrando los horrores de la sociedad en la que estamos inmersos.
Carlos Alonso se formó con grandes maestros y también tomando contacto con las obras de pintores como Diego Velázquez y Vincent Van Gogh, que fueron dos de los que más lo conmovieron en su estadía en Europa. Al volver a la país sintió la necesidad de reflejar la propia realidad, la que vive la gente todos los días, cosa que siguió haciendo a lo largo de su vida.
Con este espíritu, busca las enseñanzas del maestro Lino Spilimbergo y se traslada a Tucumán. Este hecho es fundamental para Alonso, quien se apasiona por representar la realidad desde la figura humana.
Y esto quedó como una marca en toda su obra, en la que los cuerpos son los protagonistas y un lenguaje propio que crea para ellos, tomando lo más profundo y descarnado, metiéndose en las interioridades del inconsciente expresadas en dramáticas anatomías.
Esa impronta se va definiendo aún más luego de permanecer un año en Santiago del Estero. Ahí descubre niños con los vientres hinchados por el hambre. Ve la miseria y el despojo de los pobladores originarios y sus dificultades para sobrevivir. Esa visión de Santiago del Estero despertó una parte de su vocación, que tiene que ver con la comunidad.
«Creo que un artista tiene un grado de responsabilidad con la comunidad a la que pertenece. Elegí reflejar lo que pasaba en situaciones de emergencia, en situaciones de pobreza, en situaciones que no correspondían a la capacidad, la posibilidad, la imagen o el deseo que uno tenía de su propio país”.
Por eso hay una serie que llamó “Hay que comer”, que refleja el conflicto que significa para muchas familias conseguir el sustento en un medio hostil y discriminatorio, en el que no se respetan sus derechos como seres humanos ni como trabajadores. Para ellos su situación es una verdadera tragedia.
De esa serie en la que representa a las víctimas de un sistema injusto, pasó a otra donde pone en evidencia a los responsables de esas injusticias y otras atrocidades. La serie de los hombres oscuros llamada “Manos Anónimas”, donde refleja lo que pasamos con la dictadura, de la cual Alonso fue víctima como tantos otros argentinos. De esa manera, se propuso trabajar sobre esa temática y acompañar con sus cuadros a la memoria, que conforman una serie de 45 trabajos, que afortunadamente están colgados en el Museo Evita – Palacio Ferreyra, de la provincia de Córdoba.







La violencia sobre los cuerpos se transformó en un tema recurrente en su obra, con fuerte impronta política y social. Tras el golpe de Estado de 1976 y la desaparición de su hija, Paloma Alonso, se exilió en Roma y en 1979 se mudó a Madrid. Regresó al país en 1981 y se instaló en Córdoba, donde vive actualmente.
¿Cómo será vivir con la carga de la desaparición de una hija, con esa permanente incertidumbre y un dolor que no cesa? Sólo puede haber una respuesta: la creación y producción constante, evocativa, reflexiva y crítica como una misión a cumplir, desde un rol de artista esclarecedor de lo que nos pasa, un intérprete sabio y coherente, que encuentra un lenguaje en el dibujo y el color para expresar lo indecible, lo que nadie quiere ver o saber.
“Si la obra no está hecha para decorar o expresar la propia existencia, creo que el mejor destino para la obra es que pueda servir para expresar los sucesos y lo que acontece en la vida social”.
Otra importante serie, “Dante x Alonso”, está integrada por dibujos, collages, grabados, acuarelas y tintas, que el artista dedicó al escritor en dos períodos distantes de su trayectoria: las primeras, de los años 60 -muchas de ellas creadas en Italia, en 1968- mientras que el segundo conjunto está fechado entre 2000 y 2009. Carlos Alonso, se basó en algunos de los ejes más dramáticos de la obra “La Divina Comedia”, para realizar una crítica de nuestra época, operando sobre un clásico para dar visibilidad a las múltiples problemáticas e injusticias que ocurren en nuestros días.
En 2004 inició una serie de obras sobre papel que denominó “Carlos Alonso en el infierno”, en la que vuelve a interpretar distintos momentos del poema, para señalar lo ominoso, lo siniestro, la violencia y los prejuicios que nos habitan.
Pero hay sin duda mayor énfasis en su crítica al presente. Pues entre aquel momento inicial, pleno de esperanza emancipatoria y el nuevo contexto de crisis, ha sucedido la tragedia de la dictadura en la Argentina, de la que Alonso fue víctima y por la cual, como Dante, conoció el exilio, que sin duda tensó y resignificó su visión de los infiernos contemporáneos. De ese modo, sus obras conectan dos épocas lejanas y nos demuestran que los horrores siguen replicándose y alimentando las imaginaciones actuales.
Alonso nos entrega una obra de profunda reflexión, nos convoca a pensarnos como humanos en este particular contexto que se replica a lo largo de la historia.
El arte nos salva, nos ayuda a ser mejores personas. Con esta promesa les invito a rever la obra de Carlos Alonso para poder sacarnos el velo que cubre nuestra visión actual y que no nos permite ver la ominosa realidad en la que nos han sumergido los oscuros de siempre.