Lamentablemente en nuestro trabajo no dejamos de toparnos con diversas situaciones de abuso y de abuso sexual infantil.
A veces aparecen familiares solicitando asistencia para sus hijos, o indicadores del mismo en la sintomatología de un niño en tratamiento. Otras tantísimas veces aparecen en los tratamientos de los adultos de diversas formas:
- A veces llega una persona padeciendo algún síntoma del que no se encuentra causa orgánica, y ya sea en el discurrir de su decir como en ciertas formas de aparición o expresión del síntoma podemos ir viendo cómo se va dibujando una situación de abuso callada por años, callada para la persona misma, quien, en el intento de olvidar el horror, lo termina reencontrando en un malestar del que no puede deshacerse. En muchas de estas ocasiones, somos testigos de la primera vez que esa persona puede narrarle a otra ese episodio traumático, a veces 10, 20 o 30 años después de ocurrido. Vamos viendo el horror en su rostro y su voz, su dolor, su vergüenza y también la culpa, esa culpa que no tuvieron pero que les adjudicaron.
- Otras tantas veces somos testigos de los relatos de cómo las consecuencias de lo sufrido no cesan de aparecer, de irrumpir, de dificultar el tramado de la vida y de un futuro
Personas abusadas por su padre, por su madre, por un abuelo, un tío, un hermano, un vecino, un cuidador…. En general alguien quien estaba a cargo del niño….
Recuerdo la señora que contó que cuando era jovencita y trabajaba en uno de esos empleos de temporada que tienen las personas pobres que tienen que sobrevivir, fue abusada por su patrón. Quedó embarazada, sola, sin ayuda y sin poder tomar una decisión sobre si proseguir o no con su embarazo. Tuvo a su beba, pero tenía que seguir trabajando para sobrevivir, por lo que dejaba a su bebé en la casucha que le habían dado para vivir 8 hs por día sola en una cunita improvisada con un par de mamaderas…. Su relato delineaba el modo en que una situación de precariedad económica, afectiva, simbólica, sin redes, sin ayuda, expuesta a distintos modos de violencias y con todo de tipo de costos para ella y su niña, lograron sobrevivir a semejantes condiciones de vulnerabilidad.
También recuerdo a la joven adulta con infinidad de dificultades para armar la propia vida y un malestar físico invalidante sin causas orgánicas detectadas tras el cual se escondía el abuso sexual de su abuelo, suceso que pudo narrar por primera vez en su tratamiento.
O la situación del hombre que apuñaló a su mujer, y mientras ésta estaba internada y antes de caer preso, abusó sexualmente de todos sus hijos, sin distinción de edad ni sexo.
También la chica de 14 años abusada por su padrastro, de quien estaba embarazada y sentía rechazo por el mismo.
O la mujer, que a los 40 años, pudo nombrar por primera vez el abuso que sufrió de parte de un vecino y de la mamá de una compañerita de primaria.
También el del hombre que relató como de chiquito su mamá lo dejaba en una guardería improvisada, porque no contaba con muchos medios económicos, donde fue abusado por el hijo de la persona a cargo suyo.
También…. También… también…. Tristemente la lista sigue….
La ESI (programas de Educación Sexual Integral) es un trabajo imprescindible para evitar los abusos.
Si hay tantas situaciones de abuso es también porque hay una mirada contemplativa con los mismos. Porque hay algo en la matriz social y cultural que hace que no cesen. Quienes lo han padecido en alguna de sus formas lo saben. Saben el costo que pagaron o pagan en y con sus vidas.
¿Cuáles son los motivos para no trabajar seriamente en la prevención de estos problemas? ¿Cuál es el beneficio o conveniencia?