Ante la triste noticia del fallecimiento de Jorge Pinardel, a modo de homenaje, compartimos la entrevista que le realizamos en Agosto de 2017 para la edición papel de la Revista Floresta y su Mundo. Mandamos un fuerte abrazo a su familia y amigos.
El Mercado Vélez Sarsfield ocupa buena parte de la manzana de Av. Rivadavia al 8300, Chivilcoy, Yerbal y Bahía Blanca. Junto con la Estación Floresta y su túnel son íconos de la parte céntrica del barrio. Desde principios del siglo pasado los vecinos compran mercadería fresca a buenos precios y de la mejor calidad, cada uno tiene su puesto favorito y hace fiel defensa del mismo.
JORGE PINARDEL es uno de los puesteros más antiguos, vende chacinados y achuras y su padre estuvo desde unos pocos años después del comienzo, en 1922 y él lo acompaña desde muy joven. Las marcas del trabajo duro están en su cuerpo, el mercado le dio todo y él le entregó su vida.
La idea de reportearlo fue del arquitecto Gabriel De Bella, se le ocurrió mientras charlábamos en un cruce ocasional que tuvimos en Bacacay y Bahía Blanca, sobre la proyección de esta serie de reportajes a personas que son y han sido importantes en la identidad contemporánea de nuestro barrio.
Y así fue que llegamos al viejo Mercado Vélez Sarsfield con Gabriel y Marcelo Vallejos como power trío de reporteros a la hora de la cita. Al presentarnos Gabriel De Bella le recordó a Don Jorge que él era hijo de Sebastián De Bella, presidente del Club All Boys a fines de los ´80, tiempo en el que su padre Ángel Pinardel era vice. Jorge abrió grande los ojos y en ellos se vieron reflejados una catarata de recuerdos y después de observarlo emocionado le dijo claaaro, si yo te conozco de pibe… y se abrió la puerta para una conversación riquísima en historias a la que después de un rato se integraron también Don José Angel Pinardel, Juan Carlos Profita y Chiche Osso, es decir parte de la vieja guardia del Mercado Vélez Sarsfield. Un festín periodístico.
Jorge, contanos un poco de vos
Jorge Pinardel: Yo nací en el año 1947 y comencé a trabajar en el mercado desde muy chico, a los 10 u 11 años. Mi viejo no estuvo desde 1922 que fue cuando se inauguró, pero empezó al poco tiempo. En mi juventud, además de trabajar, me gustaba mucho salir.
¿Siempre vivieron en Floresta?
JP: Si, toda la vida en el mismo barrio.
Toda una vida en el mercado…
JP: Imaginate, hace 60 años que trabajo acá y desde chico muchas horas. El cuerpo me hace sentir esto y me pasa factura: hoy ando mal de la rodilla, pero por un problema de pulmón que tengo estoy anticoagulado y no quieren operarme por el riesgo de vida.
Tu papá también pasó una vida acá…
JP: Si, toda una vida. Mi viejo era muy compinche del tuyo, Gabriel. Me emociona recordarlos. Me emociona cada recuerdo. MIren este plato, en el que están todos los nombres de la Comisión Directiva de All Boys de esa época.

Saben que hacía, el viejo compraba un canasto de habas y ponía a todos los nietos a pelarlas. Hacía busecas multitudinarias, hizo para La Candelaria, para clubes. Acá tengo una de las ollas en la que cocinaba para trescientas personas, con un cucharón enorme que mandó a hacer a un herrero, para revolver.
Jorge nos muestra esa enorme olla y el cucharón. Se entusiasma, se nota como si se trasladase en el tiempo a aquellos momentos, recordando como si fuera hoy cada detalle. Esa olla es su orgullo, y un vínculo que une a generaciones de la familia y a ella con el barrio. Ese barrio donde estuvieron siempre.
Había otra olla más, pero se picó. Esta se encuentra intacta. Tenía miedo de que la hayan robado, pero por suerte está acá.
(Jorge le cuenta a su hermano Ángel que nos llevamos el plato para sacarle fotos. Se entienden con sólo mirarse. En sus manos se pueden ver años de trabajo y de esfuerzo. El hermano, 5 años mayor, lo mira y parecería que festeja la alegría con la que Jorge nos comparte esos recuerdos.)


¿Cómo se fue transformando el Mercado a través de los años?
JP: En un principio, funcionaban, y muy bien, los puestos de venta mayorista de verdura. También se realizaban remates de carne muerta.
¿Como se sostiene el funcionamiento?
JP: Es un consorcio y cada cual paga las expensas de acuerdo a los metros cuadrados del local. Igual que en un edificio. En una época, nosotros administrábamos. Obvio que a los ponchazos, pero con muchísima voluntad. Hoy día sería imposible hacerlo como lo hacíamos con la cantidad de trámites que hay que realizar. Hice hasta 6to grado y tengo mis limitaciones.
Éramos cuatro o cinco. Cuando algunos dejaban de pagar las expensas, nosotros cubríamos ese hueco. Siempre fue todo cuesta arriba acá, imaginen que llegamos a hacer rifas y colectas para poder pagar.
En un tiempo se dejó de pagar el agua porque nos dijeron que dejemos de pagar porque no se podía pagar de manera global. Hasta que un día vinieron con una deuda enorme y nos informaron que iban a cortar el suministro. Otra vez nos ingeniamos y a través de la colaboración y rifas pudimos pagar lo adeudado.
Otra vez también tuvimos problemas con el agua, cuando se privatizó. Fuimos con Osso (”Chiche”, el carnicero) a un abogado que consiguió imprimir la deuda, que era una lista interminable.
En un principio, la deuda era de $ 1.000.000 de pesos y pudimos bajarla a $100.000, los cuales lo juntamos entre 10 y después se agregaron algunos y pusimos menos. Ahí blanqueamos la deuda del mercado. Ahora ya no estoy tan involucrado en esos temas. Estoy más para ser abuelo. Tengo dos hijos: uno labura acá, y el otro tiene un gimnasio. Los dos son hinchas de All Boys.
(Aparece Chiche…)
Chiche: hoy ya no podríamos administrar como lo hacíamos antes. Yo he perdido plata. Nosotros guardábamos lo recaudado de expensas y los papeles en una caja de zapatos, y dejábamos los puestos para ir a hacer los trámites.
JP: La gente no podía escriturar por las deudas, y juntábamos la plata para que puedan hacerlo. Nosotros compramos el local, y los pagábamos por mes con pagarés. Esas papeletas celeste, grandes. Escrituramos en los años ´70. El que nos vendió era un comerciante de zapatos, pero ahora no me acuerdo el nombre.

¿Cuál es la situación actual?
JP: Hay locales que los dueños los alquilan por las expensas. Otros están vacíos.
Hoy en día ha cambiado la composición. La parte de atrás está ocupada por talleres y eso nos ayuda a poder pagar. Hay de pinturas, marcos, herrerías, muebles, etc. ¿Sabés que nos perjudicó? Cuando trasladan los puestos mayoristas.
¿Y cómo está el laburo?
JP: Y… está más difícil que antes. Yo soy apolítico, pero igual sostengo que no podíamos seguir como antes. Los impuestos eran demasiado baratos.
La mejor época del mercado fue en años´60 y ´70. Saben ustedes que es lo que nos salva: el contacto cara a cara con la gente. Abrieron un montón de supermercados chinos alrededor del mercado y sin embargo la gente nos sigue comprando. Yo también trabajo con restaurantes y eso ayuda.
Igual todo es cambiante, hoy el cordero está más caro que el chancho por el tema de las inundaciones, por ejemplo. En cuanto a los precios, el cerdo está estable.
¿El gobierno de la Ciudad hizo algún aporte?
JP: Jamás. Cierta vez quisieron declararlo lugar histórico, pero no se llegó a un acuerdo porque nos limitaba en el caso de querer vender y por eso no aceptamos el reglamento propuesto. Alguna vez vinieron inmobiliarias para comprar el Mercado, pero quedó en la nada. Es un lugar muy grande y tentador para llevar a cabo un negocio.
¿Les realizan inspecciones?
JP: Si, bastante seguido. Son exigentes, pero saben. Las mujeres son las mejores porque son más amables. Nos conocen y tratamos de cumplir.
Cuántos momentos vividos acá en el Mercado… ¿No?
JP: Muchos… de los buenos y de los otros. He conocido gente maravillosa con la que hemos vividos miles de momentos.
Recuerdo la época de los precios máximos en la que hubo batallas. Nosotros teníamos que vender el pollo, por ejemplo, a $7,50, ellos lo pagaban $8,50… para conseguir había que entrar en el mercado negro.
Una vez vinieron los inspectores, vestidos de overol, y se armó un revuelo impresionante. Un diputado amigo de mi viejo fue el nexo para que se frenara la bronca. Todo lo teníamos a menor precio que lo que lo comprábamos. Era la época de la veda, había días determinados para comprar carne. En los días que no se podía, los carniceros vendían después de las 22.00hs. No recuerdo si la prohibición era por faltante de carne o por las exportaciones.
Nosotros, para conseguir cerdo íbamos a Parque Patricios, a Lisandro de la Torre. Nos matábamos laburando y así estamos. Podíamos llevar ese ritmo sólo por la edad que teníamos. Había pasión y necesidad. Un negocio sólo puede salir adelante con esfuerzo. Para bien o para mal, los jóvenes de hoy no tienen el mismo compromiso.

Se suma Juan Carlos Profita (el papá de Ariel – carnicero y Adrián –poyero) y nos cuenta su mejor anécdota:
JCP: En el año 1968 empecé a trabajar con Tadeo Morello como peón y en el año ´75 pude comprar acá y puse la carnicería. El Mercado es muy grande y eso trae problemas. Somos todos amigos y nos acompañamos. Recuerdo la época de la veda como algo muy triste. Había que vender a la noche porque la veda no solucionaba nada. El mejor tiempo fue en los ´70, por acá no se podía caminar de la gente, había como 20 carnicerías.
JP: Nosotros somos de la época en la que se pelaba los pollos con la mano. Hoy en día, sobrevivimos no sólo por el contacto con la gente y por la buena mercadería que vendemos. A futuro lo veo difícil, porque hay muchos puestos cerrados y no tenemos ni autoridad ni plata. Somos muchos dueños y es imposible ponernos todos de acuerdo.
JCP: Yo acá hice todo lo que tengo: mi casa, mis hijos… Ya prácticamente vengo a ayudar a mi hijo Ariel, pero no puedo dejar de venir porque es mi vida. Desde los 18 años que cada día estoy aquí.
Jorge, podés decirnos en una frase: ¿Qué es el Mercado para vos?
El Mercado es mi vida. Son demasiados años trabajando acá y peleándola. Acá llegó todos los días a las 6.30 de la mañana, luego de comprar los chorizos en Mataderos.
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