En todos estos años que llevo conviviendo y trabajando con animales he conocido una considerable cantidad de ellos, lo que a su vez me ha permitido observar notables diferencias en cuanto a sus personalidades.
Si bien el comportamiento de perros y gatos se ajusta a los parámetros conductuales propios de cada especie, existen diferencias entre individuos atribuibles a la personalidad de cada uno. Dentro de éstas «personalidades» la que más llama mi atención es la de los «simuladores». Hablo de perros y gatos que, aparentemente, después de descubrir el lado flaco de sus propietarios han sido capaces de explotarlo en su propio beneficio. Se trata de «cerebritos» que delante de sus dueños actúan como pobres almitas indefensas, necesitadas de su amparo y protección, pero cuando ellos no están se transforman en tipitos totalmente autosuficientes e independientes. De entre estos personajes voy a destacar a dos, que a mi modesto entender merecen el Oscar de la academia.
Catalina es una gatita añosa con unos cuantos problemas de salud y ciega. No me cabe duda de que si llegó a la edad que hoy tiene es gracias a los esmerados cuidados de su propietaria, quien nunca la dejó en manos de otra persona por temor a que no pudieran brindarle los cuidados necesarios ya que por su ceguera y su motricidad y olfato disminuidos Catalina necesita ayuda para satisfacer sus necesidades básicas como comer, tomar agua e ir a las piedritas, según ella.
Lo cierto es que la dueña de Catalina tuvo que realizar un viaje que ya no podía postergar más y haciendo de tripas corazón, tomó coraje y la dejó a mi cuidado. Por sus características, Catalina no fue alojada en un canil, si no que fue a mi casa para mantenerla alejada de otros animales y poder brindarle los cuidados que necesitara las 24 horas del día. Grande fue mi sorpresa al observar que unos 30 minutos después de haber ingresado a mi hogar, en lugar de quedar postrada en su almohadón, emprendió una recorrida del nuevo hábitat sin dejar rincón por explorar, localizando mi cama, a la que se trepó y en la que se acomodó sin ayuda de nadie. ¿Qué tal con la minusválida eh?
En segundo lugar y para finalizar voy a contarles de Felipe quien por su interpretación actoral se disputa con Catalina el puesto de abanderado del grupo. Este perrito creció a la sombra dominante de otro perro, quien además, tal vez por ser el primero en llegar, gozaba de la preferencia de sus propietarios. Así pues, el bueno de Felipe se fue acomodando por necesidad a su papel de «pobrecito», el que interpretó magistralmente hasta el fallecimiento de su compañero. Al quedar solo y justamente como él era un «pobrecito» se le permitió vivir en el interior de la casa, y con el tiempo el «pobrecito» terminó durmiendo en la cama con sus dueños. Siempre tranquilo, silencioso y muy temeroso, tal es así que ante el menor peligro, como el vuelo de un moscardón por ejemplo, terminaba escondido entre las piernas de alguno de sus dueños.
En cierta ocasión, debió quedar por unos días al cuidado de un pariente quien sabiendo lo tranquilo, bueno y silencioso que era Felipe no dudó en hacerse cargo. Y fue justo ahí que nuestro amigo mostró la hilacha. De tranquilo y silencioso nada, ladró y jugó saltando como un canguro 22 horas al día. Miedoso menos, no solo buscó pelea con todos y cada uno de los perros del barrio sino que además en más de una oportunidad intentó asesinar al sodero.
Seguramente mis colegas especialistas en conducta tienen alguna explicación científica para estos significativos cambios de actitud, pero a mí no me engañan, son grandes simuladores.