Daremos algunas vueltas por algunas cuestiones que, más allá que venimos hablando de ellas en varias ocasiones, implican una actualidad y una preocupación para nosotras que hace que nos parezca relevante seguir hablando.
Tiene que ver con la relación entre Salud Mental y tejido social. Como ya se ha mencionado, es un momento en el que es complejo conseguir turnos en salud mental, no sólo en el ámbito público, el que está sobre saturado hace tiempo, sino también en el ámbito tanto de la medicina prepaga como de los consultorios privados, podríamos decir que si todos los que trabajamos en salud mental, independientemente de si empezamos a ejercer la profesión hace muchos años o hace pocos meses, tenemos mucho trabajo, es porque hay algo que no está bien.
Si la propia OMS (Organización Mundial de la Salud) declaró a partir de la última pandemia que una de las emergencias a abordar en el mundo es la Salud Mental, es porque, más allá de los abordajes individuales, algo de nuestra época nos afecta y enferma más allá que vivamos en distintas partes del mundo.
Hace muchos años, poco tiempo después del estallido del 2001, en un centro de salud del conurbano, en el que había comenzado a trabajar de la mano de la crisis, nos pasó algo curioso. La jefa de la sala, una persona muy querida por mi dado que siempre fue muy generosa abriendo puertas y oportunidades, propuso trabajar con adolescentes. Como además de generosa era inquieta y generadora de movimientos, propuso hacer una intervención en la escuela del barrio por la cual hubo que convocar a muchos profesionales del municipio para que fuéramos un día a la escuela a una actividad dividida en tres tiempos:
1 – Los profesionales, divididos a pares, nos juntábamos cada par con un grupo de chicos, que en general se trataba de una división. El objetivo era escuchar sus preocupaciones sin juzgarlos, promover que se explayaran en todas esas cuestiones que los aquejaban.
2 – El segundo momento constaba de una devolución a los chicos, a partir de nuestra mirada profesional, sobre cómo pensábamos que podían abordarse las cuestiones tratadas, intentando ofrecer, al menos, elementos para poder pensar alguna estrategia de intervención.
3 – Este momento era nuevamente para los chicos, para que pudieran volcar en algún tipo de representación, ya sea escrita, relato o incluso micro obra teatral, el impacto que les producía lo tratado.
Fue una experiencia muy importante. La idea era habilitar espacios de escucha. Se invitó a los chicos a la unidad sanitaria, y fueron…
En principio apareció un grupito. Eran de los más chicos -entre 11 y 13 años- a buscar unos certificados, pero empezaron a quedarse, no sabíamos muy bien a qué en principio, pero como vinieron, los invitamos a volver y allí estuvieron cada semana, durante algunos años, en un encuentro que nos fue modificando a todos y que dimos en llamar “Adolescencia, Ciudadanía e Identidad”, trabajo que decantó en encuentros que se convirtieron en asambleas en las cuales se planteaban algunos temas y objetivos que se intentaban resolver colectivamente con nuestro acompañamiento y el de unos programas que existían en ese momento que ofrecían financiamiento para proyectos.
La experiencia tendría muchos puntos en los que detenerse, pero la idea de traerla hoy, en este escrito, tenía que ver con poder pensar que la salud mental tiene que ver con muchos aspectos, como nada más y nada menos que las condiciones de vida y las herramientas o dispositivos que la sociedad ofrece para tramitar/gestionar las dificultades que la vida/ la vida en sociedad presentan, por cómo está constituido su tejido social
Los seres humanos somos seres sociales por definición, ya que somos la única especie animal que no sólo depende de quien lo cría para sobrevivir, donde la crianza básica imprescindible es de muchos años y es lo que llamamos niñez, sino que quienes somos depende de cómo fuimos criados, por quién, de qué modo, en qué sociedad, etc. La conformación psíquica de cada persona da cuenta de cómo fue ese pasaje por ese/esos otros en los que se conformó, donde podemos hacer una lectura de múltiples atravesamientos.
Si las personas consultamos para mínimamente ser escuchadas y ayudadas a resolver los problemas que no estamos pudiendo abordar, ese solo acto es un acto social, no individual.