¿Por qué es necesario un boleto estudiantil universitario?

por | May 21, 2025

En diciembre de 2024 salió la ley que establece el boleto estudiantil para los estudiantes universitarios de CABA y todavía no fue implementada.

Muchas veces la rapidez de la vida y la titánica descarga de noticias que sufrimos, por parte de los medios, nos impide profundizar sobre la trascendencia de algunas de las cosas que acontecen en el momento presente. Una de ellas es que en diciembre del año pasado salió la Ley 6770 del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, que establece el boleto estudiantil para los estudiantes universitarios y que todavía no fue implementada. 

Los reduccionismos en estas cuestiones muchas veces son alarmantes, creemos las cosas en función de algoritmos informáticos y presuntas estadísticas de dudoso diseño, que en general están orientadas a que consumamos lo que no necesitamos o que votemos a quienes nos venden fábulas políticas y económicas, cada cuatro años más o menos. 

Pero el caso de esta ley tiene raíces más humanas que medios y capitalismos políticos nos permiten ver. Más allá que los reclamos de los estudiantes universitarios de hoy está emparentada con la Noche de los Lápices, del 16 de septiembre de 1976, donde diez estudiantes fueron secuestrados y seis de ellos asesinados, hay cuestiones humanas que los líderes políticos no ven, pero estos chicos de hoy y sus familias sí. 

Es que pocos ven el costo oculto de la educación y su trascendencia. Vamos a explicarlo: En el primer aspecto ya desde el primer día de clases de la primaria ese costo se incrementa, aunque se trate de una escuela con doble escolaridad y esta provea útiles y libros. Generalmente toda la familia se ve involucrada en las dinámicas educativas por tener que cambiar las rutinas de trabajo, de producción, e incluso vacacionales, según el calendario escolar. Si no hay un pariente, abuela o dependiente que se ocupa al menos de retirar a los chicos a la escuela “a la salida” lo deben de hacer los padres, restando horas de producción para la economía familiar. No sólo se trata de contabilizar el costo del remise o la señora que ayuda en la casa, sino de pérdida de ganancia, presentismos, obligaciones, etc. Todo ello para que el o los niños/a estén escolarizados. Que el estado asuma ese costo es similar al de los comedores escolares o la entrega de computadoras. Además, es uno de los motores de la economía: una familia invierte capital económico para que la próxima generación adquiera capital académico, que volverá a traducirse en nuevo capital económico con el ejercicio de una profesión. El ciclo de “mijo el doctor.” 

En el caso de los estudios superiores y universitarios la situación es la misma, porque el estudiante universitario debe concurrir a clase ocupando gran parte de la semana y eso lo obliga a trabajos esporádicos, mal pagos o directamente imposibilidad de hacerlo. Se trata de un argentino/a no sólo que no produce, sino que resta a la economía familiar su contribución. Cuantas veces escuchamos a padres aliviados porque dejaron de pagar las cuotas de los hijos en el último año de la secundaria o que se recibieron y aunque no trabajen de lo que estudiaron, al menos inician su itinerario laboral. 

Pero, un subsidio (boleto estudiantil) para poder concurrir a los centros educativos es de toda justicia, por la segunda razón, su trascendencia. Es que como sociedad necesitamos personas con esos conocimientos.

En efecto, muchos se olvidan de la necesidad que tenemos como país de profesionales. Muchas personas – siguiendo teorías económicas trasnochadas o la única experiencia de las universidades privadas – cree que la gratuidad de las carreras de grado (las que generan médicos, abogados, ingenieros, arquitectos, etc.) se fundamenta en la pura emulación de alguna revolución bolchevique o idea similar, cuando en realidad es todo lo contrario, es parte de una planificación que debemos hacer como sociedad organizada para las próximas generaciones. 

Tanto el Ministerio de Educación de Nación como los provinciales y la Comisión Nacional de Acreditación Universitaria (CONEAU) tienen entre sus funciones planificar la educación para el futuro, con especial atención a que los planes de estudio estén actualizados a nivel mundial y que las ofertas académicas cubran las necesidades de profesionales y técnicos de los más de 45 millones de habitantes. Este es el valor de un estudiante universitario y de un docente. Esta planificación no podría hacerla el mercado, podríamos cubrir con universidades privadas la demanda de enfermeros/as, cirujanos/as, epidemiólogos/as, ingenieros/as nucleares, programadores/as etc. Un país soberano no puede depender científicamente de los profesionales formados en otro.  

Nuestros 5 premios noveles y un Papa salieron de esa planificación. En un reportaje que el periodista Jorge Fontevecchia le hizo la Papa Francisco en el año 2022 este señaló:

“Yo quiero agradecer a mi pueblo porque me educó el pueblo argentino, yo soy argentino educado por el pueblo argentino, con sus riquezas y sus contradicciones. Heredé todo, toda mi educación en la escuela pública…o sea que toda mi educación se la debo a Argentina, a la sociedad argentina, a mi familia migrante que enraizó incluso políticamente en la ciudad argentina…”

Por eso, querido vecino de Floresta, cuando tarde por la noche, vea a un/a estudiante dormido/a viajando en el 92, o el 8, piense que ese chico o chica, está perdiendo parte de disfrutar su juventud por estudiar, que posiblemente esté sacrificado esta década por la siguiente y que tal vez, sea el cirujano/a que también en la próxima década lo opere exitosamente del corazón… en un hospital público… sin pagar un peso… nunca se sabe…