Mi barrio, mezcla de Floresta, Vélez Sársfield, Parque Avellaneda y Villa Luro, aun atesora residencias cuyas líneas arquitectónicas nos remiten a la “belle époque”. Algunas se distribuyen alrededor de la Estación Floresta y en cierto modo sufren los avatares del «progreso» con la latente amenaza de ventas-demoliciones y posterior construcción de «palomares» que harán las veces de edificios. Y así no debería de ocurrir, puesto que forman parte del patrimonio cultural barrial protegido, al menos en la teoría.

Recuerdo mi infancia plagada de casonas, como lo fueron la de Goya intersección Bogotá, la de Bonifacio entre Martínez Castro y Mariano Acosta, la de Pergamino esquina Remedios y tantísimas otras que no gozaron de ningún tipo de contemplación ni defensa. A menor escala es lo mismo que le ocurrió a la bellisíma Mar del Plata, a la que se le esfumaron paulatinamente palacetes, castillos y mansiones de ensueño.

En nuestra zona del oeste porteño aún se pueden apreciar hermosuras como las de la calle Tandil al 3200, José Martí 464, Rafaela 4411, Sarachaga 5346, Ramón Falcón 4496, Bacacay 5077, Echenagucía 75 y 106, Rafaela 4840, Víctor hugo 81, Moctezuma 1014, Bogotá esquina Chivilcoy, Dolores 438, Yerbal 5481 – 5581 – 5691 – 5733 – 5963 – 6309 y 6312, Joaquín V. González 45 y muchísimas más que harían las delicias de algún director de cine, fotografo, estudiante o historiador del Buenos Aires de ayer.

Dice Sergio Kiernan en una reciente nota muy interesante del diario página 12 sobre la especulación inmobiliaria y las demoliciones subrepticias: “Esta condición fantasmal suele afectar al patrimonio porteño porque los edificios de nuestro pasado son pequeños, no “cumplen la carga del terreno”, al decir siniestro de los profesionales. La especulación no se fija en otra vara que la máxima explotación de un recurso, el lote, y un edificio de una o dos plantas es literalmente un desperdicio. Estos desperdicios se solucionan rápido, con una demolición, y la única variable es que si el edificio es especialmente valioso, lujoso, bien construido, se hace un remate previo o directamente se “vende” la demolición a cambio de pinoteas, cerramientos, mayólicas, herrerías y otras bellezas. Luego se hace algo grandote, feo, desangelado, derivativo y lo más barato posible, pero moderno”*.

Sugiero la lectura completa de la nota, les dejo el link a continuación, no sin antes decir que para quienes amamos y convivimos con esas casas, sabemos y sentimos que en ellas vive la historia y disfrutarlas es un honor, para quienes las habitan y también para los que las apreciamos y les deseamos vida eterna.

*https://www.pagina12.com.ar/70540-los-fantasmas-tan-rentables