Caminar solo por la montaña: un retiro espiritual

por | May 15, 2025

Un recurso para cuando estás agobiado y urge reencontrarse con uno mismo.

Hay momentos en la vida en que todo parece moverse por inercia. Creías estar centrado, pero un acontecimiento te desequilibra o simplemente te das cuenta de que, aunque todo siga su curso, algo dentro tuyo está estancado. Es entonces cuando urge reencontrarse con uno mismo. Y qué mejor manera de hacerlo que alejándose de todo: sin señal, sin distracciones, sin más objetivo que caminar, llegar y volver.

El mío fue un recorrido de casi 40 kilómetros, desde Colonia Suiza hasta Pampa Linda, en las afueras de Bariloche. No buscaba paisajes impresionantes (aunque los hay), sino orden mental, claridad, volver al eje.  

Primer día: adaptación  

Salí un viernes a las 9:15 hs. Los primeros 14 km fueron transitados, con gente yendo y viniendo hacia el refugio donde acampé. Llegué cerca del mediodía, con la espalda resentida por los 13 kilos de mochila. Era el peso no solo del equipo, sino de todo lo que cargaba antes de empezar.  

Esa tarde fue de reconexión: lectura, escritura, Tai Chi. Aunque el lugar estaba lleno de gente, me mantuve en silencio. No buscaba conversación; buscaba escucharme.  

Segundo día: soledad y reflexión 

Al día siguiente, el camino se volvió más solitario. Trepé rocas, bordee una laguna, pisé hielo resbaladizo. Y luego, solo. Nada más que mis pasos, mi respiración y los pensamientos que, poco a poco, dejaron de ser ruido para convertirse en señales claras.

La vida es como caminar por la montaña: si no tienes un destino, caminas en círculos.  

Al mediodía, llegué a la Laguna Cab, helada. El frío cortaba, pero la concentración en la respiración lo volvía soportable. Era un ejercicio de presencia: no pensar en el final, solo en el siguiente paso. Esa noche, en el Mallín Mate Dulce, el cansancio era físico, pero la mente empezaba a despejarse.  

Tercer día: claridad

Amaneció todo congelado, incluso la carpa. Salí con la cabeza más liviana. El Cerro Cristal me esperaba con nieve y bajadas traicioneras, pero ya no había lucha, solo fluir. Al caer la tarde, en el Refugio de la Laguna Llón, casi sin gente, sentí que el cambio que buscaba ya estaba ocurriendo.  

El regreso

Al cuarto día, el tramo final fue breve. Dos horas hasta Pampa Linda, y luego de vuelta a Bariloche. Pero ya no era el mismo que había salido.  

Esta experiencia te enseña a valorar lo esencial: el alimento, el descanso, el silencio. Y también el compartir, porque después de estar realmente solo, el encuentro con otros adquiere otro sentido. Los retiros espirituales no requieren dogmas ni templos: a veces basta una mochila, un sendero y la voluntad de escucharse. 

La montaña no te da respuestas; te devuelve las preguntas que ya llevabas dentro.

No hace falta ir a la montaña para esto, claro. Pero ahí, en medio de la nada, sin escapes, es más difícil mentirse. El reto es mantener esa claridad al volver. Por eso escribo: para no olvidar lo que sentí en cada paso, para no repetir los mismos errores, para recordar que, a veces, hay que perderse en la inmensidad para encontrarse a uno mismo.  

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